Coaching: la vajilla de porcelana

Por tradición de nuestros padres o abuelos, toda familia acaba teniendo una vajilla, una mantelería o una receta algo mejor que sólo saca una o dos veces al año. O en momentos especies como en Navidad o celebraciones, o cuando viene alguien que casi no vemos y deseamos agradar.

Una vajilla mejor, quizá más dura, más cara y con más detalles. A diario comemos en platos baratos que se pueden romper, se pueden reemplazar. Platos que no son especiales y por eso podemos utilizarlo cada día. Sin embargo, nuestras mejores galas y nuestra mejor vajilla la reservamos para otras personas.

¿Por que no la utilizamos simplemente para nosotros? ¿No somos suficientes nosotros mismos para utilizar aquella vajilla? ¿Y la gente que vive cada día con nosotros se lo merece menos que aquellas personas esporádicas? ¿Por qué es más importante preparar una mesa perfecta y repleta de detalles porque vienen invitados pero en el día a día una bandeja en el sofá es suficiente?

Si trasladamos esto a nuestra forma de ser y reflexionamos... ¿No llenamos de palabras bonitas y detalles a aquellas personas que hace tanto que no vemos? "Tengo muchas ganas de verte", "lo que más me apetece en el mundo es quedar contigo", "eres el mejor, nos vemos pronto"... ¿Y a aquella personita que vive cerca tuya hace cuanto que no se lo decimos?

Cuando hago estas preguntas, mucha gente me contesta que como a las personas que no vemos las echamos mucho de menos, o son una novedad, se dicen cosas bonitas para que sientan que les importamos. ¿Y aquella pareja, hermano o padres que está con nosotros cada día aconsejando, motivando y ayudando no deberíamos hacerla sentir que estamos plenamente agradecidos que haya decidido compartir su vida con nosotros?

Sin embargo, cuando hay confianza, cuando hay seguridad de un mañana olvidamos los detalles, los gestos de cariño o las sorpresas. "Ella ya sabe que la quiero, estoy con ella.", "mi madre ya sabe que le agradezco todo, para eso soy su hijo".

Me parece curioso que muchos amigos cuando están soltero están ligoteando con alguien parecen súper atentos, sorprenden a la mujer que va a ser cortejada, la hacen sentir especial... Pero cuando esa persona se vuelve en alguien de verdad importante que está ahí por encima de todo, entonces sólo piensan en como escapar a hacer otros planes sin ellas. ¡Qué paradojas de la vida! Se olvidan del cortejo, de los cumplidos y los planes sorpresa.

El tiempo, el trabajo o el cansancio nos hacen obviar estos detalles en el día a día. Practicamos coaching para nuestro rendimiento en el trabajo... Pero se nos olvida lo más importante, nuestra vida personal. Y como no hay tiempo, y como se da por supuesto y como estoy cansado.... No es necesario mostrar y decir cada día lo felices que nos hace la gente que tenemos realmente cerca. De hecho aún es peor, porque sólo les decimos lo que hacen mal, lo que no nos gusta... Que gran error hacemos todos! Olvidamos a esos que realmente son nuestros amigos, nuestras parejas o nuestra familia. Los de verdad... No los esporádicos.

Y ahora, tras esta reflexión, te propongo algo. Intenta ser detallista con las personas que están a tu lado cada día. Que te apoyan, que te ayudan, que te alegran. No tienen porque estar ahí siempre y también tienen derecho a ser cuidadas. ¿Hace cuanto no dijiste un te quiero? ¿Hace cuanto no sorprendiste a tu pareja con una cena con velas? ¿Y hace mucho que no le diste un fuerte abrazo a tu madre y le agradeciste todo lo que renunció por ti?

No cuides los detalles, las palabras o los gestos sólo con las personas que hace tiempo que no ves. Los que vienen y van... Porque las personas que decidieron pasar junto a ti las horas de sus días, no deben perder el derecho a utilizar la vajilla de porcelana.

Laura!